Relatos: La incorporación
Yo no era publicador...
5035; CONTRERAS, José Alberto, clase 1962.
Primero relato de manera breve cual fue mi contacto con la verdad en la niñez
para llegar a la formación como testigo de Jehová ante la cuestión del servicio
militar.
Mis primeros años de vida los pasé en Villa Ocampo, Santa Fe, una localidad
pequeña ubicada al norte de la provincia. Vivíamos en la zona rural del pueblo
lo allí se conoce como “el monte”. Mi abuelo Teodoro Mussin era quien me estaba
criando.
El era testigo de Jehová y es interesante conocer como llegó a serlo.
Era una persona que creía en Dios, le gustaba leer la Biblia y hablar de temas
religiosos. Un día un cuñado suyo tomó el tren con camino a Resistencia. Entabló
conversación con un señor español llamado Juan Muñiz, que estaba en camino hacia
el Paraguay. Muñiz empezó a predicarle, él le comentó que no le interesaba pero
que creía que a su cuñado sí y le dio las referencias de donde buscarlo.
Unos tres meses después el hermano Muñiz en viaje de regreso desde el Paraguay
bajó en Villa Ocampo y con las indicaciones que le habían dado llegó a la casa
de mi abuelo. El abuelo escuchó y aceptó el mensaje de la verdad con mucho
gusto. Sé que el hermano Muñiz cada vez que pasaba por la zona, visitaba a mi
abuelo y le enseñaba mas sobre la verdad. No sé con qué frecuencia lo visitaba,
pero si eso resultó en que mi abuelo fuera el primer Testigo de Jehová en la
zona.
Evidentemente yo no viví esa época. Pero sí me crié en un hogar en donde se
conocía a Jehová. Cuando tenía unos 6 o 7 años de edad nos mudamos de la zona
rural al pueblo. Al par de años fueron asignados como precursores especiales
Omar Mastronardi y Nelson Divelo. Luego fueron reemplazados por Rubén Cerrudo y
un hermano más que no recuerdo bien el nombre.
Se alquiló una casita en el pueblo donde se hacían las reuniones. Eran muchas
las personas mayores que estudiaban.
En el caso los niños aprendíamos de lo que escuchábamos nomás, nadie nos condujo
un estudio. Leíamos mucho la Biblia, el libro “De paraíso perdido…” y las
revistas La atalaya que llegaban por correo una vez al mes.
Recuerdo acompañar a estos hermanos a predicar por las colonias. Salíamos en
bicicleta casi todo el día. La verdad que son recuerdos muy lindos. El ver como
la gente aprendía la verdad y se sorprendía de las mentiras que se les estaban
enseñando. Siempre me gustó, me llamó la atención como te cambia la vida cuando
comprendes las escrituras.
Por cosas de la vida cuando tenía 12 años me mandaron a vivir a la casa de mi
mamá en Buenos Aires. Ella no era testigo así que perdí contacto con los
hermanos.
Un día una tía se encontró con los testigos de Jehová en la localidad de
Longchamps y empezó a reunirse. Para ese entonces yo vivía y trabajaba en la
capital así que cuando iba a visitar a mi mamá o andaba por allí acompañaba a mi
tía a la reunión. En esa época vestía a la moda, usaba pelo largo, tenia novia.
Yo no tenía un estudio personal, ni nadie me “conducía” un estudio bíblico, pero
estaba convencido de que era la religión verdadera así que nunca tuve ningún
conflicto con eso.
En una de las reuniones conocí al hermano Tomás Kardos que visitó la
congregación, charlamos un rato y como ya se acercaba la fecha de entrar al
servicio militar me animó mucho a que después de hacer el servicio, que
volviera, que estudiara, que no abandonara lo que estaba aprendiendo.
Claro nadie daba por sentado de que yo no iba a ser el servicio militar, cosa
que ya había decidido de chico. Esas eran cosas que hablábamos entre primos y
familiares de mi edad, creíamos que eso no nos iba a tocar porque antes vendría
el fin, pero que si nos tocaba el servicio militar no lo íbamos a hacer. Así
como el tema de la sangre, la idolatría y otras cosas que estaban bien claros.
Para enero de 1981 fui convocado a incorporarme en el Distrito Militar La Plata,
B.A. Alguien preguntó si había algún Testigo de Jehová, así que levanté la mano,
me puse de pie y me apartaron con un grupo de soldados.
Terminamos yendo al El Palomar y de allí al otro día fuimos a Río Gallegos. N os
trasladaron hasta el Regimiento de Infantería Mecanizado 24 (RIMEC 24), Río
Gallegos, S.C.
Una vez allí, nos preguntaron acerca de los oficios y habilidades que teníamos
los incorporados, cuando fue mi turno cuando respondí cual era mi religión y
dije que era Testigo de Jehová inmediatamente llamaron a un Teniente Primero. El
me llevo aparte y ordenó que me ponga la ropa militar. Le dije que no iba a
hacer el servicio militar, le expliqué mi pensamiento y para las 10 de la mañana
ya estaba en el calabozo.
Por la tarde llevaron al calabozo a Fernando Di Gallo, también testigo de Jehová
y fue uno de los tantos con los que compartí muchas cosas en los 10 u 11 meses
que me tocó estar allá.
También estuvieron David Medder, Alberto Medina, Daniel Chantada y Mario
Nancuante. El hermano Miguel Aguilar estaba en otro regimiento de la zona.
Allí recibíamos las visitas de los hermanos de la localidad que nos fortalecían
mucho. Pero el caso es que yo seguía sin tener un estudio personal, sin que
nadie me haga el estudio, sin estar bautizado, pero convencido que estaba en el
lugar correcto y haciendo lo correcto.
Pasamos por muchas situaciones desagradables, abusos, amenazas, que te pongan el
revólver en la cabeza, pasar toda la noche parado en un lugar donde nevaba en
patio de la guardia, que te pongan las sobras de las comidas de los demás para
que comas y cosas por el estilo. Amenazas y abusos de todo tipo, lo más difícil
fue el frío, algunos nos mojaban las celdas y nos quitaban las frazadas y
abrigos.
Para aproximadamente octubre/noviembre me trasladaron a la Prisión Militar de
Encausados Campo de Mayo en Buenos Aires. Éramos muchos hermanos, era todo
totalmente distinto.
Había literatura, teníamos acceso a mucho más alimento espiritual. Cuando
comencé a salir de franco empecé a reunirme en la congregación donde iba mi tía.
Salía dos o tres veces al mes.
En la congregación dieron por sentado que al estar preso ya tenía suficiente
conocimiento. El caso es que fui nombrado publicador y se hicieron arreglos para
que me bautizara.
Pero el fin de semana que tendría que haber ido a la asamblea donde bautizarme
no me dejaron salir de franco. Entonces se hicieron arreglos para que cuando
tuviera un franco me bautizaran en una congregación de San José, creo que se
llamaba Barrio La Gloria, era la congregación donde se reunía Fernando Di Gallo.
Así que me bauticé en la asamblea que se hizo en el Club de los Bomberos
Voluntarios de Lanús en el año 1982. Allí me encontré con Omar Mastronardi, el
estaba en el drama que se hizo en esa asamblea.
Estando en Campo de Mayo me llevaron al Consejo Militar de Guerra. Se me hizo el
juicio y la condena fue de 3 años y tres meses de prisión.
Cumplí la condena el año 1983 cumpliendo condena. No siempre en Campo de Mayo,
los últimos 10 meses estuve en Magdalena.
Fue una hermosa experiencia, me sirvió mucho. Allí había reuniones, estaban bien
organizados; así que participaba en la escuela, daba temas, se me asignaron
algunas tareas, a veces hacía la seguridad para las reuniones.
Me asignaron manejar la biblioteca del pabellón, proveer a los hermanos la
literatura disponible y era el encargado de guardarlas y esconderlas en lugares
para que no la encuentren. A veces nos tocaba entrar literatura también, una
linda experiencia.
En definitiva a pesar de estar privado de la libertad y de lo que todo eso
significaba me fortaleció muchísimo. Sobre mi paso por la cuestión del servicio
militar, la verdad que mirando en retrospectiva, si tuviera que elegir dónde
nacer o qué cosas hacer de nuevo volvería a pedirle a Jehová que me dé ese
privilegio esa bendición de haberlo conocido de chico de haberme llenado con la
verdad, de saber lo que está por hacer lo que hizo, lo que está haciendo, de
entender con tanta claridad lo simple que es la vida.
Que este planeta fue hecho para el ser humano que Jehová le va a dar vida eterna
a las personas aquí que fue su propósito y no cambió y ver en el camino con la
predicación y a personas que descubren estas verdades y le cambia la vida es un
privilegio que valoro muchísimo.
No se si el hermano Muñiz supo todo lo que logró cuando fue a buscar a mi abuelo
en el medio del campo. Hoy es un lugar donde hay muchos hermanos.
Me emociona mucho ver la mano de Jehová de esa manera. Así es que uno está
resuelto y más después de todas estas experiencias con errores y faltas a seguir
sirviendo a Jehová.
No hay nada que nos amedrente de manera tal que nos asuste ya después de lo
vivido tuve el privilegio de conocer a muchos hermanos que hoy son amigos con
los que compartimos experiencias similares.
Foto en el Regimiento de Infantería
Mecanizado 24 (RIMEC 24), Río Gallegos, S.C.
Lugar:
Calabozos; Año: 1981
6235: AGUILAR, Miguel
Ángel, 1962; 5036: CHANTADA, Daniel, 1960; 5035: CONTRERAS, José Alberto, 1962;
5116: DI GALLO, Néstor Fernando, 1962; 5034: MEDER, David Gerardo, 1962;
5030: MEDINA, Ricardo Alberto, 1962; CM: NANCUANTE, Mario, 1962;
Foto en el IPFFAA
Abajo: 4696: ANNACARATTO, Fernando Víctor, 1960;5030: MEDINA, Ricardo
Alberto, 1962; 4492: LORENZON, Rodolfo Adalberto, 1961;
Medio:
5035: CONTRERAS, José Alberto, 1962; 5055: VARELA, Héctor Manuel, 1962;
4700: ALBERTO, Adrián Américo, 1962; 4570: REVERBERI, Alberto Daniel, 1961;
4657: FANTASIA, Roberto Horacio, 1961; 5057: BAIGORITA, Oscar Alberto,
1961; 4919: DOMÍNGUEZ, Carlos Guillermo, 1963; 4357: IÑIGUEZ, Héctor
Oscar, 1955;
Arriba: 5086: CUSMAI, Marcelo Antonio, 1964;
4641: PINO, Jesús Manuel, 1961;